Doña Juliana Ama
“Familia de don Feliciano Ama quien luchó por los derechos de los pueblos indígenas, y por ello fue ahorcado en un árbol de aceituno en el Izalco en 1932”.
Por Dra. Myrna Cunningham
Hace unos días nos recordaba Irma Pineda, poeta zapoteca y miembro del Foro Permanente sobre cuestiones indígenas en la ONU, que las mujeres indígenas “somos transmisoras de la cultura… criadoras y creadoras, de ideas, de arte, de hijos, de nuevas formas de hacer comunidad o política, de vincularnos con el mundo y de amar, porque solo el amor por nosotras mismas, por lo que somos, por nuestro origen y nuestras culturas hace posible andar”.
Sus palabras me hicieron recordar a la niña Juliana, mujer indígena salvadoreña que conocí en el proceso de elaboración del Plan Nacional de Pueblos Indígenas en El Salvador. Ella se autodefine como neo hablante náhuatl “ya que lo aprendí en mi adolescencia”, puesto que su madre siendo hablante náhuatl les “decía que por la discriminación de la cual fue sujeta no lo aprendiéramos”. La niña Juliana nació cerca del volcán de Izalco y el balneario de Atecozol como ella dice, “con un pensamiento que la educación podría ser el apoyo para que no se perdiera la tradición unida a una cosmovisión”.
Su padre fue Higinio Marciano Ama, sobrino nieto del líder indígena y cacique de la región de los izalcos, José Feliciano Ama que “luchó por los derechos y la tenencia de la tierra de los Pueblos Indígenas, y por ello fue ahorcado en un árbol de aceituno en el pueblo de Izalco en 1932”. Esa historia familiar, marcó su vida, dedicada a velar por la reivindicación de los derechos de los pueblos indígenas y recuperar la lengua materna náhuatl. Ella nos recuerda al respecto, “son mis orígenes de los cuales me siento orgullosa y segura con una autodeterminación indígena porque sé de dónde vengo, quien soy, adonde estoy y para donde voy”.
Cumplió su sueño de formarse como maestra, aprendió el idioma náhuatl, auto capacitándose con otros dos maestros con la cartilla TIMUMATXTIKA NAWATAKETZALIS (Hablemos el idioma náhuatl) y, comenzó a enseñarlo. Su principal motivación fueron “los procesos de discriminación que vivió mi madre”, que como ella señala “son huellas imperecederas que marcan un sentir y pensar en el ser humano, fui testigo en mi pequeñez de cómo la discriminación, desprecio social hacia el indígena fue notorio y ver a mi madre hablarlo (náhuatl) con sus hermanas a escondidas me generó nostalgia; en mi mente, siempre existió el deseo de ser maestra y pensé aprenderlo en mi adolescencia y cuando llegue su momento enseñar nuestro idioma materno”.
Cuando administró una escuela con 1200 estudiantes estableció la enseñanza del idioma náhuatl como una materia, “en contra de las autoridades de educación”, proyecto que sigue vigente, “ya que las autoridades de Educación han reconocido que por muchos años han venido violentando un derecho humano que nos pertenece, conocer y hablar nuestra propia lengua, hoy en día se ha llegado a reconocer que el indígena es fuente de desarrollo cultural”.
Junto con otros maestros, formaron un coro con niños y niñas, incluso hasta formar parte de la Sinfónica Juvenil para cantar en náhuatl, incluyendo el Himno Nacional de El Salvador.

En la Universidad Don Bosco se realizaron dos diplomados para maestros en Educación Intercultural, con los cuales, “llegamos a tener 1500 niños y niñas aprendiendo náhuatl en varios centros escolares de la zona occidental y central de El Salvador y mi rol era hablar con el director de la importancia de aprender nuestro idioma materno y de supervisar el avance del proyecto”, lamentablemente este proyecto decayó por falta de apoyo.
Una estrategia exitosa que han promovido ha sido el establecimiento de un programa de inmersión lingüística, nominado Xutxikisa Nahuat (donde florece el Nahuat), con la Universidad Don Bosco. A través de esa metodología, señoras que no pueden leer ni escribir, pero son expertas en su idioma náhuatl, enseñan a niños y niñas de 3, 4 y 5 años. La niña Juliana acompaña esas iniciativas desde 2011, “visito las cunas náhuatl de Santo Domingo de Guzmán y Santa Catarina Masahuat, 2 veces por semana para apoyar a las Nahnantzin en el desarrollo de las clases”, y ahora en 2021 nace la tercera cuna en el Pueblo Indígena de Nahuizalco y, como ella misma nos dice “ considero que el trabajo que hago me da vida, porque lo hago con mucha dedicación: el náhuatl está vivo y mi prioridad es la niñez, ya que serán la futura generación de hablantes”.
La Niña Juliana continúa aprendiendo y aportando, “en el año 2019 me gradué en una maestría en la Universidad Nacional Multidisciplinaria de Occidente en Santa Ana, y mi tesis versó sobre una Propuesta Pedagógica de una Educación Intercultural como eje transversal en los diferentes centros escolares de la zona occidental central y paracentral de El Salvador.”
La pérdida de una lengua indígena lleva consigo la pérdida de conocimientos, saberes y prácticas desarrolladas durante milenios por Pueblos que interactúan con la naturaleza, con la Madre Tierra, de la que justamente son sus mayores guardianes. Por ello, la niña Juliana ha articulado el proceso de revitalización del idioma de su Pueblo, con actos conmemorativos de los abuelos masacrados en 1932. A partir del 2000 organiza actos cada 22 de enero, que se han convertido en una tradición a la cual se han sumado otros organismos y “eso me causa satisfacción” nos dice. Cada año asisten más de 400 personas “de acuerdo a una programación desde las 6 de la mañana hasta las 6 de la tarde y degusta un plato de comida ancestral llamada, sopa de chilayo”.

Además de acompañar las “Cunas Náhuatl”, la Niña Juliana forma parte de unas Cofradías, visita universidades para hablar de la Memoria Histórica y los acontecimientos de 1932, es parte de la Mesa Indígena de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos de los Pueblos Indígenas, forma parte de la Mesa de líderes indígenas del Ministerio de Medio Ambiente, asiste a reuniones en ONUMUJERES, es miembro del Consejo Coordinador Indígena Salvadoreño CCNIS y ha sido participante en la construcción del Plan Nacional Para Pueblos Indígenas. En todos estos espacios ha insistido que las políticas “que se construyan lleven conocimientos ancestrales acompañados de cosmovisión y lengua indígena y que contribuyan al cuido del planeta. “
El aporte de la niña Juliana es fundamental ahora que nos estamos preparando para el Decenio Internacional de las lenguas indígenas 2022-2032, declarado por las Naciones Unidas para llamar la atención sobre la grave pérdida de lenguas indígenas y la necesidad apremiante de conservarlas, revitalizarlas y promoverlas y de adoptar nuevas medidas urgentes a niveles nacionales e internacional.
En América Latina, región en la que habitan más de 800 pueblos indígenas con aproximadamente 500 lenguas diferentes, todas las lenguas indígenas están en situación de mayor o menor riesgo, incluso algunos idiomas indígenas con un número muy importante de hablantes, puesto que se encuentran en proceso de reemplazo por idiomas no indígenas, debido, entre otras causas, a la necesidad natural de inserción en sociedades rurales y citadinas que muchas veces no ofrecen mecanismos adecuados de comunicación y hasta son susceptibles de acciones de discriminación, la interrupción de la transmisión intergeneracional, la pérdida de espacios de aprendizaje en las familias y comunidades y, la escasa presencia en los ámbitos públicos y en la institucionalidad estatal de los idiomas indígenas.
El reconocimiento constitucional de los Pueblos Indígenas en El Salvador en 2014, y contar con un Plan Nacional de Pueblos Indígenas abre oportunidades para avanzar en los derechos culturales y lingüísticos de los Pueblos. Con esa esperanza, la Niña Juliana, sueña que los niños y niñas de las diferentes Cunas Náhuatl vayan creciendo con identidad propia, y que las Cunas cuenten con apoyo y facilitación de distintas entidades; que el Ministerio de Educación establezca una educación intercultural, donde la enseñanza de los idiomas náhuatl, Poton y Kakawira sean una materia de revitalización, estudio y aprendizaje.
Tomado de la revista IN TEMPO, publicado originalmente el 20 de abril del 2021