top of page

Evenor Coleman: una vida ejemplar de trabajo y trabajo



Evenor Coleman: una vida ejemplar de trabajo y trabajo

Me contaron los muchachos de Canal 22 que cuando entrevistaron a Don Evenor no querían irse, “se nos hizo de noche y queríamos seguir escuchando. ¡Es que sabe tanto!” Y, es que Evenor Coleman a sus 86 años cumplidos con un mes y 2 días, es un libro de historia de la región. Nació en Waspam, Río Coco, el 22 de septiembre de 1935.

“Mi padre fue Jean Coleman, y mi madre Ranulfa Perera Lackwood. Mi esposa fue Nelly Alvarado de Coleman, con quien tuve 7 hijos. Entre los años 1948 y 1952 fui a estudiar a Bluefields en el Colegio Moravo. Al regresar de Bluefields, muy joven, comencé a trabajar en la compañía Brautigam en las bananeras, comencé como chequeador de banano, después me pusieron como dependiente del comisariato y luego de pagador. Después vine subiendo, pasé a la oficina general, fui contador y administrador, luego vicegerente”.

“En ese entonces la compañía tenía como 3 lanchones que transitaban desde Cabo Gracias a Awas Bila, había un remolcador para cada lanchón; en cada lanchón había como 12 trabajadores. Cada 15 días viajaban sobre el Rio Coco, llevando entre 13 a 15 mil racimos de banano que exportaban a Estados unidos, a bordo del barco Santa Patricia, el cual hacia la ruta de Cabo Gracias a Dios a Miami”.

Don Evenor describe como operaba la empresa, misma que además del banano, procesaba y comercializaba otros productos:

“Desde Karizal hasta Cabo Gracias se sembraba banano, y los 3 lanchones cargaban la cosecha. Estaban en Asang, Awas Bila y San Carlos. Cargaban ahí y luego venían recorriendo cada comunidad cargando más banano, el último lugar de carga o landing era en Andris. El dueño era Fred Brautigam. Esa empresa, también tenía dos trillos de arroz y cada uno tiraban 60 quintales por hora, los enviaban a Siuna, Rosita, Bonanza, igualmente con los frijoles y la carne. Rio Coco era un semillero de productos y Waspam era bien desarrollado, mucho más que Puerto Cabezas. Por ejemplo, pedían hasta 4,000 libras de carne en Siuna y venia el avión TACA a llevárselo”.

Al morir su padre, dejo la hacienda “Siempre Viva” que tenían en San Alberto con más 300 cabezas de ganado en manos de Don Evenor, pero por afectaciones del ejercito tuvo que abandonarla. Al regresar a Waspam, trabajó un año como dependiente de la tienda de Don Pablo Álvarez. Su siguiente experiencia fue con una compañía Petrolera como operador de radio.

“Trabaje en Perla 1, ahí perforaban petróleo. Me agarraron porque sabía hablar inglés y escribir a máquina. Había un barco de 17 pisos y tenía hasta helicóptero que aterrizaba en el barco. Ahí yo era operador de radio y estaba de 6 a 6. Ganaba muy bien. Luego de trabajar mi turno, iba a cada cuarto a recoger los calzoncillos y camisolas, y lavaba en lavadora y secadora, entonces los gringos me ponían el dinero en la cama, por cada pieza me pagaban 50 centavos. Yo cada noche recogía 15, 16, 22, 30 dólares. Me hice de buenos riales”.

“El trabajo más grande era balancear el barco, porque se ladeaba, pero eso se hacía comunicándose con Houston. Ellos te iban graduando y tenías que ir siguiendo el paso hasta que quedábamos estables. Yo aprendí rápido, y el gerente me dijo que yo fuera con ellos a Australia, pero mi esposa estaba panzona y no me fui, me quede. Vine con dinero, pero sin trabajo”.

Del sector petrolero pasó Don Evenor a trabajar con el sector forestal, tanto en La Tronquera como en Slilma Lila.

“Cuando llegué a La Tronquera, Míster Wyatt me queda viendo, me puso con un cuaderno, y me dijo que gente que vea, lo enganche, en la tarde me preguntó cuántos enganché y le dije: “200”. Me dijo: “very good”. Me relacione bien con ellos, como vieron que era buen trabajador me pusieron a controlar los camiones que jalaban madera, había más de 60 camiones jalando troncos, cada uno tenía un ticket y había que convertir de dólar a córdoba, era un trabajo muy serio, pero cuando uno sabe trabajar era fácil. Después Bayardo como sabía que yo hacia 800, 900, 1000 dólares por semana, y él quería quedarse con ese puesto porque había más dinero, aunque el cargo era de menor rango que él, pues me pasó al comisariato, y fui vicegerente del comisariato. Hasta que llegó la gente del pacífico, que como miraron las cosas bonitas, quisieron los puestos ellos”.

También fue responsable de la Cruz Roja en Waspam, “tenía un motor de 40 caballos y una panga y tenía que viajar visitando las comunidades del Río Coco”. Pasó luego a trabajar con CEPAD en Waspam, “pero la guerra nos hizo mover y vine a Puerto Cabezas, dejando todo, mis dos casas, mis trillos de arroz en San Jerónimo, pero bueno comencé aquí (en Bilwi) con CEPAD”, donde inició como recepcionista, pasando luego a ser responsable de pequeñas industrias, entre las cuales estaba una salinera.

“Yo no entendía nada de eso, y voy y le pregunto a Gustavo Castro por la salinera, y me dijo que ahí llegaron a trabajar muchos, y nadie saco sal. Digo, bueno tengo que ir a Managua, esos tiempos el viaje era por Waslala. Llego a León a ver la salinera, como turista, pero mi objetivo era ver cómo eran las cosas, miro un señor trabajador de la salinera y lo invite a comer y ahí y le pregunte de la salinera y el me comenzó a explicar, pero seguía sin agarrarle.

Vengo de regreso y me llevo a 3 hombres de aquí, Emiliano Fúnez, Valentín Carlos que está vivo en Tuapi y Zuriel también de Tuapi. Me los llevé y les dije que ellos tienen que aprender, voy a los 15 días a traerlos y nada sabían. Volví a ir y el señor de la salinera me dijo que, si yo quería sacar sal que vaya a buscar a un señor llamado Danielito. Y lo busqué y me lo traje.

Estando aquí caminamos, y encontramos el lugar apropiado, como mi proyecto tenía buenos fondos, tenía más de 300 mil córdobas. El viejito me pidió hacha, machete, pico, pala, bota de hule, y pues me voy Managua y le traigo todo; luego me pide tanques y me voy a traerlos a La Tronquera, y para no cansarle el cuento, comenzamos a trabajar y trabajar.

Y la sal comenzó a salir, era el tiempo de guerra y no había sal en Puerto Cabezas, pero en Tuapi teníamos sal. Yo fui el primer costeño que hizo sal en la costa. Sacamos sal en cantidad, y lo empacábamos en bolsitas de 2 y 5 libras. Dijo Luis Bidea que había que comprar máquina para sellar las bolsitas y Danielito dijo que no, que le consiguiera carbón y tarro de pintura y lo calentaba y sellaba las bolsitas de forma rústica”.

Don Evenor, también trabajó en ENABAS de 1983 al 1991.

“Trabajé y trabajé. Después quede en el aire, trabaje un poco como director del Getsemaní, luego fui a Waspam a ayudar a hacer la Iglesia Asamblea de Dios. Mas al rato, hicimos una asociación de ganaderos del Río Coco, hicimos una campaña grande para recuperar nuestro ganado perdido durante la guerra y se comprometieron a pagarnos, y Gracias a Dios, nunca nos pagaron. Fui presidente del boxeo como 10 años”.

La vida de Don Evenor ha sido de trabajo y trabajo, como él nos dice. Un emprendedor nato. Una persona amable, preocupado por todas las personas. Su familia le hizo un hermoso homenaje el día que cumplió 86 años, y nosotros nos unimos a ese reconocimiento por su incansable aporte a la región, su enorme capacidad de resiliencia y las grandes lecciones que nos ha dado con su ejemplo de vida. Muchas gracias, Don Evenor.


Entrevista: Canal 22, Voz e imagen de la Autonomía.

Transcripción y diagramación: Ada Rodríguez

Edición: Myrna Cunningham


Si usted desea ver el esta entrevista siga este link

Featured Posts
Recent Posts
Search By Tags
No hay tags aún.
Follow Us
  • Facebook Basic Square
  • Twitter Basic Square
  • Google+ Basic Square
Archive
bottom of page