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El puente sobre el Río Wawa. La deuda eterna de las bananeras


Por Myrna Cunningham


Ahora que se está construyendo el Puente sobre el Río Wawa, nos viene a la memoria todos los cuentos que escuchamos sobre las bananeras y la forma como éstas marcaron nuestras vidas. Se comprometieron a tantas promesas incumplidas. Todos tenemos anécdotas que compartir sobre la época del banano en nuestra región.

Hace unos diás, nos contaba Evenor Coleman que cuando terminó de estudiar en Bluefields en 1952, regresó a Waspam y su primer trabajo fue con la Compañía bananera Brautigam. Fue chequeador de banano, dependiente del comisariato, pagador, contador, administrador y vicegerente.

Agregó que, para esa época, la compañía tenía como 9 lanchones con sus respectivos remolcadores, que hacían viajes cada 15 días, entre Cabo Gracias y Awas Bila, llevando cada uno, entre 13 a 15 mil racimos de bananos. Nos contó que se sembraba banano en todas las comunidades a lo largo del río, desde Karizal hasta Cabo Gracias. Los lanchones cargaban la cosecha en las comunidades de Asang, Awas Bila y San Carlos, lo transportaban a Andris y, desde allí a Cabo Gracias a Dios, de donde salían a Estados Unidos.

La empresa bananera en el Wangki, según escribe Johanna Petterson en su página, perteneció a los hermanos Brautigam, descendientes de una familia sueca que llegó a Nicaragua para dedicarse al comercio de caoba, coco, hule y oro. Ella narra que su padre Emil, viajó a Nicaragua cuando tenía 15 años, quien después de dedicarse a diversas inversiones, trabajó como consultor de la Standard Fruit Company en Puerto Cabezas. Al retirarse dicha empresa, él decidió continuar con la venta de bananos, para lo cual creó una empresa con sus hijos como socios, a la que denominó, Brautigam and Company, Ltd. Esa es la empresa que recordamos en el Wangki.

Mis recuedos sobre esa época son vagos, pero definitivamente, están ligados al banano. Nací en el Wangki en 1947. A un año de la mejor producción bananera en nuestra región según diversos estudios. Mi infancia estuvo vinculada a la producción bananera. Así lo recuerda mi hermana Delia, en su poema Sueño: “Sueño despierta hoy y, recuerdo las risas de lejos de Papá, Mr. Herman, Derick Taylor, Mr. Neil, en el comisariato, contándose sus chistes de amor.” Los comisariatos, sitios de reunión social, caracterizaron las relaciones laborales de las empresas.

Y las instalaciones de las empresas, siguen siendo referentes en nuestras comunidades. Por ejemplo, la misma Delia, recuerda en otro poema, el sitio adonde íbamos a buscar leña para cocinar: “Andá al monte, detrás del machine shop y trae leña…”

Recuerdo la llegada de los lanchones cargados de banano y personas de todas partes: de las comunidades, de las Minas, de Puerto Cabezas, de las islas del Caribe; recuerdo a mi papá en el taller de mecánica “vigilándonos” a las cuatro hijas, mientras nadábamos al otro lado del río, para regar las hortalizas que sembrábamos en los meses de verano; recuerdo la llegada de los aviones de TACA, incluso una vez viajé en uno de ellos, desde Waspam a Bilwaskarma.

No entendía mucho, pero si recuerdo que me impactó mucho años después, cuando ya era médica, que las y los niños con desnutrición severa hospitalizados en Bilwaskarma, donde trabajé un tiempo, no aceptaban comer nada más que banano. En el hospital teníamos que innovar compuestos enriquecidos con hierro y vitaminas a base de banano, para su recuperación nutricional. Entendí que el monocultivo nos había creado una dependencia nutricional muy dañina.

Mi papá trabajaba para la Compañía. Nos contó que hizo de todo: comenzó ayudando a su papá a contar banano, fue ayudante de los capitanes de remolcadores, fue chofer y mecánico. Lo que si recuerdo es que no recibía pago, su pago íntegro iba al comisariato, adonde llegábamos con un cuaderno a sacar los productos para comer. El dependiente, Mr. Herman, anotaba diligentemente todo lo que la familia de cada trabajador sacaba. Al final de cada mes, cada trabajador recibía su hoja en blanco y el saldo de la deuda en el comisariato. Cuando la empresa cerró en 1961, recuerdo que mi papá llevaba 11 años sin recibir pago.

La inversión bananera en Bilwi fue diferente. En 1921 comenzaron las empresas a instalarse en la zona de Puerto Cabezas, atraídos por el potencial de madera y las plantaciones de banano. Algunas estimaciones encontradas señalan que la Standard Fruit Company, llegó a tener más de 100 mil manzanas de banano sembradas en la zona. En 1922, ya el gobierno de Nicaragua le había otorgado a la Bragman ́s Bluff Lumber Company, un nuevo contrato para la compra de más de 20 mil manzanas de tierras detrás de Puerto Cabezas, y además el mismo contrato le permitía alquilar 125 hectáreas cerca del farallón, a un precio de 12.5 centavos por hectárea al año.

Diversos estudios señalan que para 1923, la Bragman ́s Bluff Lumber Company había invertido en Puerto Cabezas y Logtown, aproximadamente cinco millones de dólares en obras de infraestructura, entre las cuales estaban el aserradero, el muelle y el ferrocarril de 75 km de longitud. Ya para entonces, contaba con 600 hectáreas alrededor de Puerto Cabezas, para sus edificios, 115 kms de línea férrea y 50 kms de ramales. En 1925, la Standard Fruit Company exportó los primeros 66,784 racimos de banano. Tres años despues, en 1929 el gobierno autorizó otra venta de 50,000 acres de tierra en la zona de Puerto Cabezas, y continuaron la siembra de cepas de banano traídas desde Honduras. Puerto Cabezas llegó a ser el mayor productor de bananos y madera, junto con Cabo Gracias a Dios y Bluefields en Nicaragua.

En 1930 la empresa suscribe un acuerdo con el gobierno de Nicaragua, mediante el cual, se comprometió a continuar construyendo el ferrocarril “”, se le autoriza a la empresa el “libre uso de las aguas de sus tierras otorgadas por la concesión o aguas nacionales”, otorgarle facilidades a las comunidades de sus empleados, importación de maquinarias “sin reglamento arancelario”, materiales “gratuitos” paa la construccion de sus instalaciones, 25% de los empleados podían ser extranjeros, se le da “opción para comprar 20 mil hectáreas más de tierras a 3 córdobas por hectárea”, entre otras cosas. Sólo se les exigía pagar impuestos de exportación del banano, impuesto forestal y sobre la tierra, una garantía de 10 mil pesos para sembrar 2 mil hectáreas de banano y “permiso para que los nicaragueses usaran el muelle”.

En cuanto a los trabajadores, se ha documentado que para 1926, habían alrededor de 3,000 en planilla de la Empresa, de los cuales, 425 trabajaban en las fincas bananeras. El salario era 25 centavos por día, y la única compensación laboral sobre la cual hemos podido conocer, fue 30 córdobas por muerte accidental, (la tasa de cambio era un dólar por un córdoba).

En 1931, la Standard Fruit Company hizo su máxima exportación de 6,109,945 racimos de banano. Mantuvo operaciones hasta 1934 y por la enfermedad de Mal de Panamá y la crisis política que vivió Nicaragua comenzó a retirarse paulatinamente. La mayor exportación de banano después del año 1940, correspondió a 1949, cuando se exportaron 207,268 racimos, equivalentes a los US$ 209,203.00 dólares estadounidenses. La realidad es que a partir de 1940, la producción de banano comienza a decaer, por la pobreza del suelo, la enfermedad de Sigatoka y la situación de los precios en el mercado internacional.

La empresa se retiró de la zona paulatinamente, aunque aún en 1961, el gobierno le otorgó la concesión eléctrica para “generar, trasmitir, distribuir, comprar y vender energía eléctrica, teniendo como sector inicial la zona urbanizada y los lugares suburbanos de Puerto Cabezas”. En 1966, la Standard Fruit Company vende todas sus pertenencias al Estado, incluyendo 143 mil hectáreas de tierras, edificios, instalaciones y el muelle de Puerto Cabezas.

Las empresas multinacionales tenían una influencia muy fuerte en el desarrollo político, económico y social de cada uno de los países donde operaban y, Nicaragua no fue la excepción, especialmente porque las concesiones cafetaleras y bananeras del Gobierno de José Santos Zelaya, beneficiaron principalmente a corporaciones de Estados Unidos, quienes llegaron a controlar casi toda la producción y distribución de café, banano, oro, madera de nuestro país. Pero para mantener el control, acudieron a su gobierno, que mantuvo la presencia del ejército de Estados Unidos en nuestra región, desde 1909 hasta 1928, oficialmente. Las guerras entre conservadores y liberales por el poder político estuvieron determinadas por los intereses y el apoyo que recibían de las empresas y el Gobierno de Estados Unidos. Eso explica la presencia del General Sandido en nuestra Región.

Los tiempos han cambiado. Casi 100 años después de esas concesiones y ventas de territorios indígenas por el gobierno de Nicaragua a las empresas han pasado muchos cambios. Ahora, los Pueblos Indígenas tienen restituído sus derechos territoriales. Les corresponde fortalecer sus mecanismos de gobernanza para proteger ese derecho. El gobierno está construyendo el puente sobre el Río Wawa, la ruta del ferrocarril está siendo sustituída por carreteras dignas para nuestras comunidades. La autonomía de los Pueblos Indígenas y comunidades étnicas en la Costa Caribe, se está concretando mediante derechos, ciudadanía intercultural y servicios básicos. En estos tiempos tenemos que enfrentar juntos las fuerzas de la globalización que siguen amenazando nuestros recursos. Recordar el pasado, nos ayudará a seguir construyendo nuestro futuro común.

Imagen: Cortesía Casa Museo Judith Kain.





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